Cuando entró en el vagón del cercanías, ella alzó la vista del periódico y se quedó boquiabierta. Se parecía tanto que no daba crédito. Él se sentó en frente sin dejar de mirar por el cristal de la ventanilla. Imaginó hablar con ella, coincidir en la salida del tren, tomar un café, tener largas conversaciones. Siguió leyendo el 20 minutos.
De vez en cuando, veo que algunos con valentía, hacen por provocar encuentros fortuitos.
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