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1 de enero de 2012

El niño del asfalto

El principito hizo caso a los adultos. Dejó por vergüerza de preguntar, de hablar con las rosas y de dibujar sombreros que no asustaban a nadie. Comenzó a decir aquello que querían escuchar las personas mayores hasta olvidar su planeta de origen.
Se hizo muchos amiguitos y comenzó a salir con su monopatín por las calles de Villa de Marín.
Sólo algún vecino veía cómo de vez en cuando, aquel niño rubiales ollinizado por la suciedad de la calle, cuando estaba sólo pintaba con tiza rosas en las aceras y miraba a las estrellas.
Ya de mayor, por lo que dicen, cambió las rosas por mujeres y las tizas por un ordenador.
Dedicado a Álvaro, un gran marido y futuro padre.

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